Rem - www.rem.org.ar (AAPRESID) - 27/02/2013
Las malezas exigen cada vez más un esfuerzo mayor
Campaña tras campaña, los problemas de malezas se incrementan en todo el área agrícola nacional. La estrategia ajustada es fundamental para ser más eficiente.
Es sabido, y repetimos a diario, que para solucionar un problema primero hay que aceptarlo y hay que dimensionar su impacto actual y más aún su impacto potencial.
Recordarán aquellos que vivieron la etapa previa el glifosato y los cultivos tolerantes a éste, que era mucho el esfuerzo dedicado a las malezas. El asesor cumplía un rol fundamental en la identificación temprana de éstas y en la recomendación de la aplicación, minuciosa en los herbicidas, dosis y momento.
El tipo y grado de enmalezamiento de un lote muchas veces definía el cultivo que era posible implantar. Muchas maquinarias se diseñaban específicamente para controlar malezas. Muchas horas hombre y litros de combustible se gastaban en controlarlas. Y aún así, muchos kilogramos de grano se perdían a causa de las malezas.
Todo ello parecía haber quedado en el olvido, las malezas salieron de la lista de los problemas importantes a resolver y las plagas y las enfermedades ocuparon su lugar. Aumentamos las horas de monitoreo para seguirlas más de cerca. Se empezó a gastar más dinero en insecticidas y fungicidas de calidad. Se invirtió en maquinaria más precisa. Y las malezas quedaron en segundo plano porque no valía la pena dedicarle más esfuerzo a algo que se manejaba en forma eficiente, sencilla y barata.
Queda claro entonces que el esfuerzo realizado, que involucra tiempo y dinero, está relacionado al retorno que esto genera, actual o futuro. Y en este momento, con las malezas resistentes y tolerantes estamos frente a un gran cambio que requiere nuevos esfuerzos. Pero todo cambio lleva su inercia, porque implica visualizarlo, en primer lugar, asumirlo como propio, después, y actuar luego en ese sentido. Implica destinar recursos y modificar estructuras, de las propias empresas, de la cadena y del Estado.
Veamos algunos ejemplos, prácticas de manejo que se podrían considerar en nuevas situaciones.
Si transitamos por la zona núcleo del país, veremos numerosos lotes con altísimas infestaciones de Rama negra, con soja ya implantada y sin ninguna posibilidad de control en estas circunstancias. No es difícil avizorar que parte de esos lotes no podrán ser siquiera cosechados, y donde se pueda, habrá pérdidas enormes de rendimiento, pérdidas de calidad por humedad y materias extrañas y rotura de cuchillas intentando cortar tallos leñosos de plantas que germinaron hace prácticamente un año atrás. Es fácil darse cuenta que el esfuerzo en el manejo de malezas que campaña será mayor al de este año, si no se quiere repetir la misma escena.
Respecto al monitoreo frecuente, es una actividad “de cajón” para los insectos y, últimamente, para las enfermedades. Semanalmente se recorren los lotes en los períodos de más presión de plagas y
susceptibilidad de los cultivos. Será hora de tomar las mismas medidas para el seguimiento de las malezas durante todo el ciclo- que traspasa el del cultivo- porque el barbecho es un punto fundamental para el manejo de las poblaciones de malezas.
En algunos sistemas, el posponer la fecha de siembra puede ser una buena opción. Atrasar la siembra de un cultivo de soja, de maíz o de trigo por malezas puede parecer irracional para la mayoría. Pero con malezas de germinación concentrada que pueden controlarse con un herbicida de acción total previo a la siembra, puede ser acertado, evitando así tener que buscar herbicidas selectivos del cultivo, mucho, más acotados.
Quizás implique perder algo de rendimiento, habría que preguntarse entonces cuánto puede perderse en un lote completamente enmalezado sin posibilidades de controlarlo con el cultivo implantado, como los lotes de soja con Rama negra ya comentados. Lotes con Echinochloa o Raigrás resistentes pueden ser otros ejemplos.
Elegir híbridos o variedades por su capacidad competitiva es casi impensado hoy día. En cambio, las elegimos frecuentemente por su comportamiento frente a determinada enfermedad.
Será cuestión de evaluar prioridades en cada caso. La distancia entre surcos, el vigor de la semilla y la utilización de productos que propicien un rápido establecimiento y crecimiento de la planta serán a considerar cuando se necesite competir velozmente con algunas malezas por falta de herbicidas postemergentes eficaces, como sucede con Borreria, Gomphrena u otras resistentes. La fertilización merece su atención aquí. Elegimos la forma de distribución del fertilizante de acuerdo a la maquinaria disponible y la mayor operatividad. Deberíamos considerar que sería más apropiado darle más chances al cultivo y menos a la maleza, ubicando el fertilizante más cerca de uno y menos del otro.
La estructura de nuestras empresas es sin duda una limitante ante el cambio. Difícilmente dispongamos de personal para sacar con pala o quemar con mochila algunas primeras matas de Sorgo de Alepo resistente o de Gomphrena en un lote. Pero, tiempo después, hacemos una aplicación total de herbicida sin considerar demasiado el tiempo que esto implica y su costo. Seguramente ambos serían menores si se hubiera prestado atención a las primeras plantas.
Algo muy similar sucede con la limpieza de las cosechadoras al pasar de un lote a otro: parece imposible perder tiempo en limpiarlas. El tiempo y dinero que se gasta después en aplicaciones, pocas veces se evalúa.
Los cultivos de invierno o de cobertura como herramienta de manejo de malezas, deberían ser considerados en algunas situaciones. Son muy buenos competidores, aportan carbono y cobertura al sistema, aunque consumen agua y tienen su costo. Será cuestión de ponerlo en la balanza.
El laboreo vuelve a considerarse como posibilidad. En simultáneo, habrá zonas donde la conservación de humedad y la erosión seguirán inclinando la balanza. Y en esta carrera algunos corren con ventaja, son los que aún no tienen problemas serios o los están recién empezando a tenerlos. Y aquí se necesita también un cambio, poniendo esfuerzo al manejo preventivo, porque no caben dudas que invertir en prevención es lo más barato y seguro. La visión tiene que ser de largo plazo, no podemos imputar los “sobrecostos” al cultivo, ya que será el sistema entero el que pague. Los alquileres a un año son una contra.
Esa agricultura no es la que queremos. El Estado también debe plantearse cuánto esfuerzo merece el tema.
Más superficie con malezas difíciles resulta en menos toneladas cosechadas de granos, menos ingresos para el productor, para toda la cadena y por supuesto también para el Estado, quien dispone de recursos humanos, infraestructura y dinero para acompañar la búsqueda de soluciones.
No existen recetas, vimos ejemplos de cómo un nuevo problema puede hacer necesario destinar esfuerzos donde antes no se lo hacía. Lo importante es aceptar el problema e iniciar el cambio. Si algo caracteriza a los productores argentinos es su adaptación al cambio y su capacidad de innovar.
Martín Marzetti
Gte. Programa Malezas AAPRESID