Informes GAP - 02/10/2014
GAP en la cita internacional de Brihuega (España)
Las empresas más importantes del sector estuvieron presentes el jueves 2 de Octubre con carpas y zonas de exposición y venta de productos.
La Jornada se desarrollo en cinco Estaciones Temáticas que se recorrieron libremente. También hubo dos presentaciones técnicas y demostraciones dinámicas de maquinaria.
APAG y Coagral estuvieron presentes en esta importante Jornada que organiza la Asociación Española de Agricultura de Conservación en colaboración con la Asociación de Siembra Directa de Guadalajara. También organiza el Ministerio de Industria, Energía y Turismo y el Instituto de Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE).
Se trató de la 14 edición de estas jornadas dirigidas a agricultores, técnicos, cooperativas, administraciones, empresas del sector, etc. para divulgar las prácticas de Agricultura de Conservación
Cambio de paradigmas en el agro. El caso de la siembra directa.
Ing. Agr. Andrés Sylvestre Begnis
GAP Consultores
Introducción. Beneficios de la siembra directa (SD).
Resulta muy difícil imaginar qué información volcar a un artículo sobre sobre siembra Directa (SD) que diga algo que no haya sido mencionado anteriormente. Al menos en España desde hace más de 20 años hay productores que la practican con todo éxito, existen organizaciones nacionales, regionales e incluso internacionales de difusión específica de la SD -como la AEAC-SV desde 1995- o la ECAF a nivel Europa.
También hay excelentes investigadores que han desarrollados cientos de ensayos, trabajos de campo y estudios que comparan la SD con la Agricultura tradicional o convencional, resultando en la mayoría de los casos beneficios rotundos a su favor.
Esto se repite y aún más, se amplía, cuando uno empieza a recorrer el mundo, ya sea a través de viajes al exterior o simplemente a través de Internet. Por ejemplo, con esta maravillosa herramienta del nuevo milenio aparecen unos 692 mil links relacionados con la búsqueda “siembra directa” o más de un millón doscientos noventa mil con la búsqueda de “agricultura de conservación”. También se pueden alcanzar las realidades productivas de países productores de agro alimentos por fuera de Europa, como ser el caso de Australia, EEUU, Canadá o en la mayoría de los países sudamericanos donde la SD ha dejado de ser un sistema novedoso y en muchos casos se ha convertido en la agricultura “tradicional”. Lo raro, es justamente ver arados trabajando la tierra allá donde la actividad principal o donde las fortalezas productivas, convierten a esos países en “productores de materias primas”.
Ventajas claras sobre la economía de los recursos o en la protección del ambiente, han llenado durante éstos 20 años miles de revistas, notas en periódicos, jornadas de difusión, parcelas demostrativas y un sinfín de seminarios y congresos con los mismos contenidos: los beneficios de la SD.
Haciendo un repaso mental de los más importantes, el primero que surge al pensar en la producción agrícola en la península, es obviamente la protección contra la erosión. El flagelo que genera el dejar descubiertos los suelos de rastrojos y exponerlos a la erosión eólica pero sobre todo la hídrica que provocan las precipitaciones, hace que uno se lo piense dos veces antes de decidir de llevar a cabo una labranza. Quizás los cientos de años en los que estuvimos retirando piedras cada año o las veces que hemos visto cortadas las carreteras o los caminos por culpa de los desbordes de lodo y fango, nos hayan cicatrizado la capacidad de comprender el enorme impacto que eso genera en nuestro ambiente productivo. Lo cierto es que hay un costo en cada una de éstas consecuencias aunque no siempre lo pongamos en nuestro cálculo anual del margen del cultivo. Sin tener en cuenta los costos ambientales y sociales, que nadie contabiliza.
Otro beneficio tangible y directo por la adopción de la SD es el ahorro de energía y de mano de obra, algo que no resiste demasiado análisis cuando toda la bibliografía mundial hace mención a las enormes diferencias que existen entre el consumo de combustible para producir una hectárea bajo el sistema tradicional de labranzas, versus el consumo en SD. Valores tan evidentes como rangos de 20 a 30 litros por hectárea de consumo en SD versus cómo mínimo, el doble y a veces el triple de estos valores para producir bajo labranza tradicional, hacen que nuevamente nos preguntemos si toda la preocupación mundial por el cambio climático, por los gases de efecto invernadero y el terrible y desalentador desafío de transformar todo el sistema energético mundial basado en el petróleo, fueran un chiste de mal gusto que nos quieren jugar los ambientalistas y no haya que prestarles mayor atención. Lo cierto es que el ahorro existe y en muchos países donde el combustible juega parte importante en los costos totales de producción, la SD ha sido mejor recibida y se han conjugado los intereses necesarios para que se desarrolle y adapte en forma eficiente.
Finalmente pero no menos importante, si no por el contrario, ocupa el cambio mental que obra en los productores que logran instalar un sistema de SD eficiente y exitoso en sus establecimientos. En los últimos 30 años este “efecto” tiene ejemplos y comprobaciones variadas a lo largo y ancho del globo terráqueo y ha sido factor común en los 5 continentes y en más de 100 países, con casos de productores que una vez transformada su forma de pensar la agricultura, una vez convencidos de la SD y los cambios que produce en el suelo y en sus vidas, ni piensan en retroceder hacia las labranzas bajo ningún concepto ni razón. Una vez que dejan de destinar largas horas de trabajo conduciendo el tractor tirando de un implemento de labranza y transforman ese tiempo en horas de estudio, de intercambio, de capacitación y reflexión sobre lo que ocurre en el campo y en sus empresas, vivencian un verdadero cambio de paradigmas que los proyecta hacia una agricultura totalmente diferente que les permite ver las cosas de un modo diverso, al punto que a pesar de existir y aparecer problemáticas y limitaciones al nuevo sistema, no piensan bajo ningún concepto volver atrás en sus decisiones. En definitiva, esta transformación ayuda a enfocarse en todo lo que verdaderamente influye en un sistema productivo y dejar de ver las cosas como compartimentos estancos o aislados. Es normal entonces que surjan análisis de eficiencia de todo el proceso de producción, desde la planificación, estimación de las necesidades de insumos, presupuestación de la campaña, esquema de rotaciones de cultivos, estudio y definición de las variedades o híbridos mejor adaptados, necesidades de fertilización, decisión de la fecha de siembra óptima para las condiciones reinantes, control y protección del cultivo en forma integral y equilibrada (manejo integrado de plagas, malas hierbas y enfermedades), eficiencia de las labores de siembra, fertilización, pulverización y cosecha, toma de registros para análisis de campaña, etc.
Problemática. Adopción de la SD en España.
A los beneficios conceptuales expresados anteriormente, se suman todas las ventajas especificas a nivel agronómico y de protección del ambiente edáfico, como también las que son de índole económico y productivo.
Sin embargo y a pesar de todos estos sólidos argumentos, en España la adopción es menor al 3% para el caso de la siembra directa y un escaso 13% para la denominada agricultura de conservación, que suma a la SD los mínimos laboreos del terreno.
Si las ventajas son tan obvias, si el sistema funciona exitosamente en todas las regiones, si se han hecho los esfuerzos de difusión y extensión rural necesarios, si en las jornadas participan y escuchan miles y miles de productores…cabe preguntarse entonces ¿Cuál es el problema? ¿Por qué los productores españoles no adoptan la SD? ¿Qué los retiene al tradicional y viejo sistema de labranzas?
Posibles argumentos. Cultura productiva.
Como posibles argumentos que expliquen esta situación, surgen claramente los siguientes, que resumo a continuación:
Tradición. Es bien sabido que al productor agropecuario como a todo ser humano, le cuesta cambiar su cultura. El agro y los sistemas productivos tal como los conocimos durante miles de años, se constituyen como una primera barrera a vencer cuando nos referimos a comenzar a producir bajo siembra directa. La labranza no es particularmente una práctica cualquiera que debe ser reemplazada, si no que por el contrario es una enorme transformación cultural en la forma de producir alimentos, dejando de utilizar el arado, herramienta que nos ha acompañado por cientos de años, pasando a ejecutar la siembra en forma directa y sobre los lotes “sucios” de rastrojos. La visión de un lote trabajado con implementos de labranzas, dejando el terreno mullido y desterronado, apto para una buena siembra, limpio de rastrojos y malezas, es una imagen que en el subconsciente colectivo se sigue relacionando con un trabajo “bien hecho”. Por el contrario, el encontrar lotes con rastrojos genera un cambio visual que muchos declaran explícitamente como inaceptable o como claro síntoma de desidia, descuido o falta de orgullo. Es que, el encontrar esos lotes con rastrojos, nos sigue pareciendo que el productor es haragán y no se ocupa de sus lotes.
Por otro lado, la mayoría de los agricultores han heredado no sólo la tierra sino también los hábitos y las costumbres de trabajo cotidiano en el campo. No estar por horas montados en los tractores puede interpretarse como absurdo, máxime estando todavía los lotes repletos de rastrojos y malezas. “Pues, si mi padre, mi abuelo y todos mis antepasados han hecho esto, y gracias a ellos yo he podido contar con esta tierra y esta actividad, ¿por qué habría yo de cambiarlo?” La tradición es sin dudas una de las limitantes más fuertes que demoran la incorporación de la SD. Por el contrario, el recambio generacional con jóvenes productores, muchas veces con algunos estudios agronómicos, genera conflictos con sus padres por causa de esa mayor flexibilidad típica en quienes no cargan con muchos soles en la espalda. Si agregamos la poca predisposición de los jóvenes actuales por el trabajo de campo, lejos de las ciudades con las comodidades pretendidas, se conforma una situación compleja donde la mayoría de los hijos terminan no continuando con la tradición familiar y poniendo en riesgo la permanencia en el negocio agropecuario.
Desconocimiento. Muchas veces comenzar con nuevas prácticas o tecnologías requiere de capacitación y entendimiento de las mismas previo a que seamos exitosos en su implementación. En el caso de la SD, todos los procesos agronómicos, biológicos y químicos del suelo son modificados y es necesario conocer los cambios para poder gestionarlos. La dinámica del carbono, del agua y de los nutrientes toma una vital importancia y cobra mayúsculas diferencias con respecto al sistema al que estamos acostumbrados, por lo que muchas horas de estudio, lectura, análisis de resultados, asistencia a jornadas, seminarios, etc. podrán ayudarnos en el largo camino del “saber hacer” SD. El hombre teme aquello que desconoce, dice el dicho. Y el miedo no es zonzo, otra frase popular, termina de completar la idea de que es importante adquirir conocimientos y/o asistirse con expertos en el proceso de transformación de los sistemas de labranzas al de siembra directa, ya que muchas veces la ignorancia nos hace cometer errores.
Intentos fallidos. En mi experiencia personal he escuchado explicaciones de productores que aseguraban que el sistema de SD no funciona porque ellos mismos habían probado en sus campos y habían fallado. EN otras ocasiones, explicaciones del por qué en sus casos específicos debido al tipo de suelo o a raíz de alguna causa difícil de explicar, en sus campos ese sistema no funciona. Pues déjenme decirles que la SD funciona en cualquier lado y en cualquier situación del mundo. Para sostener semejante aseveración, me voy a basar en dos argumentos validos: hay experiencias exitosas de productores bajo sistemas continuos de SD en todas partes del mundo, bajo cualquier tipo y combinación de ambientes edáficos y climáticos. En muchas de esos casos he sido testigo de cómo el productor, convencido del sistema de SD, ha conseguido gracias a una gran creatividad e innovación, desarrollar elementos o técnicas que le permitieron sostener la SD exitosamente.
La otra razón para sostener que la SD es posible en cualquier ambiente o situación, es que la SD es el sistema que por excelencia imita a la naturaleza, simplemente pongámonos a pensar que sucedería si dejásemos el lotes sin cultivar durante diez años y si no encontraríamos vegetación natural totalmente instalada y desarrollada cubriendo el campo abandonado. Y si esas plantas fueron capaces de existir sin necesidades de labranzas, es obvio que los cultivos también pueden. Pero es justamente aquí donde el hombre debe comprender qué ambiente posee y cuál es su oferta ambiental, para gestionarla adecuadamente a través de la elección e implementación de adecuados sistemas productivos (fertilización, rotación, ciclos y variedades de cultivos) que le permitan producir en equilibrio.
Maquinaria. El sistema productivo bajo labranzas convencionales exige al productor tener un exigente parque de maquinarias: tractores de gran potencia, arados, discos, rastras, rolos, etc. Estos aperos de labranza sufren constante desgaste y deben ser reemplazados, obligando al productor a invertir en nuevos elementos. En estas circunstancias, al momento de cambiar de sistema productivo lo primero que salta a la vista es la sensación de estar perdiendo mucho dinero al no utilizar más todo ese parque obsoleto. O por el contrario, muchas veces el observar esas herramientas entrando en desuso, los productores caen en la tentación de volver a utilizarlos para darles mayor amortización. La mala noticia es que los peores fracasos de la SD se han dado en los casos en que el productor no termina de convencerse y en la mayoría de los casos es por falta de información o capacitación o entendimiento del sistema de SD.
El elevado costo de la sembradora de SD es otra razón expuesta a los fines de limitar la adopción. Lo cierto es que ante el monto de capital invertido en herramientas que no serán prácticamente más utilizadas, sumado al costo de una sembradora directa, al desconocimiento y al cambio cultural necesario más otras razones no expuestas en este breve resumen, dan como resultado que haya países como España, donde el porcentaje de difusión de la siembra directa, sea muy bajo.
Diferencias con Argentina. Adopción de la SD mayor al 90%.
Todas las razones expuestas anteriormente, validas como argumentos para no implementar este cambio cultural paradigmático que implica la siembra directa, fueron “sufridas” por todos los productores del mundo al momento de decidir qué hacer, incluyendo a los de Sudamérica, continente con mayor adopción del sistema. Europa en general y España en particular, no cuentan con ninguna ventaja o perjuicio especial a la hora de enfrentar este desafío. O quizás sí, existan algunos factores que desfavorecen la implementación de la SD. A continuación, expongo algunos elementos que a mi criterio, colaboran negativamente con el cambio cultural.
En la mayoría de los países donde hoy la agricultura “tradicional” es con siembra directa, los productores no reciben ayudas comunitarias. Es decir, que ante la difícil tarea de sobrevivir al crecimiento de escala (proceso mundial que fagocita pequeños productores), al mercado granario mundial, a las condiciones ambientales y a todas las regulaciones internas que cada gobierno exige para el normal funcionamiento del sector agropecuario, están solos. No hay gobiernos comunitarios que les pagan por producir, si no que por el contrario les exigen pagos de impuestos a las exportaciones, como el caso de Argentina.
En este país, por ejemplo, valores del 28 al 35% del precio internacional de los granos quedan en las arcas del gobierno antes de liquidar los ingresos brutos del productor. A ese impuesto, se le deben sumar todos aquellos normales de cualquier empresa como impuesto a las ganancias, a los ingresos brutos, al valor agregado, a la renta presunta, etc. etc.
Como si esto fuera poco, en Argentina hace años que las exportaciones de maíz y trigo están cerradas, ocasionando caídas en los precios internos (por debajo del valor internacional), dificultades para vender la producción, negocios de los molineros y exportadores poco transparentes y en definitiva, desincentivo a la producción.
Adicionalmente, en pos de mejorar la balanza comercial internacional, el gobierno ha cerrado las importaciones en todo concepto, con lo que repuestos y otras necesidades de insumos sea cada día más complicadas de conseguir. Si a lo expuesto anteriormente, le sumamos las necesidades insatisfechas de logística y comunicaciones, queda expuesto que la situación de los productores en Argentina es realmente muy complicada, más allá de disponer de buenas tierras para producir.
Sin embargo y a pesar de lo expresado, más del 90% de la superficie es trabajada bajo el sistema de SD y lo restante bajo agricultura de conservación. Entonces, ¿cómo es posible? ¿Sera que la necesidad extrema hace que el productor necesite obligadamente ser eficiente? Y que esa eficiencia obligatoriamente se alcance bajo SD?
Futuro de la agricultura. Mensaje de convocatoria.
Ante las evidencias mostradas, pareciera quedar claro que los productores que mayores dificultades atraviesan, están proclives a cambiar sus paradigmas y buscar soluciones creativas que les permitan la supervivencia dentro del sector. Una triste realidad es que a lo largo y ancho del planeta, hubo y van a haber muchos productores que por ineficiencia o falta de adaptación, sucumben a la necesidad de alquilar o vender sus terrenos, resultando en un crecimiento inexorable de escala de producción.
Esta realidad que los gobiernos europeos han visualizado hace tiempo, les llevó a brindar ayudas comunitarias económicas para permitir o facilitar que los productores sigan siendo rentables y continúen viviendo en sus casas de campo en sus pueblos, evitando migraciones a ciudades que no serían capaces de sostener con trabajo y condiciones dignas para todos. Evidentemente el impacto de las medidas ha surtido el efecto esperado, pero cuenta con algunos efectos colaterales o indeseables que se refieren a la capacidad del productor, de hacer frente a la innovación o búsqueda desesperada de adaptación al cambio, cambio que es necesario e inevitablemente deberá ser asumido por quienes aun no lo hayan hecho.